Con la llegada del otoño cambiamos de estación, y tenemos que adoptar nuevos hábitos, los días se acortan y cambia el color del cielo de azules vivos a tristes grisáceos, se acaban las cenas en terrazas de verano, escapadas a la playa o largos paseos al acabar la tarde con un sol que trasmite alegría de vivir.
También varía nuestra indumentaria, cambiamos la ropa cómoda y ligera, los bañadores de colores alegres, las sandalias, los abanicos o las gafas de sol por sobrios abrigos de tonalidades oscuras, chaquetas, corbatas, bufandas, impermeables o paraguas. Y estos cambios, tan habituales por otro lado, sin duda afectan a nuestro estado de ánimo.
Parece ser que el cuerpo humano tarda hasta 7 días en acostumbrarse a los cambios de temperatura y que los cambios de presión atmosférica, humedad, lluvia, nieve o viento afectan directamente a nuestro carácter y estado anímico.
Los efectos no se presentan con la misma intensidad en todo el mundo y depende del grado de susceptibilidad de cada uno de forma que parecen afectar más a las mujeres que a los hombres.
El calor y especialmente el sol nos producen alegría, nos genera ganas de vivir, de salir a la calle, de sonreír, de empezar un nuevo día con ganas y pero también incentivan a la distracción.
Por el contrario el frío produce estados anímicos más bajos que nos hace estar mas serios y acrecentar nuestros pequeños problemas produciéndonos malestar emocional e inseguridades.
Sin embargo, todo no van a ser malas noticias. El frío favorece la productividad laboral ya que nos ayuda a concentrarnos y a centrarnos en nosotros mismos lo que conlleva que la capacidad de trabajo aumente. El frío y la menor cantidad de horas de sol nos disciplina, nos invita al recogimiento y al hogar, sintiendo que la diversión puede esperar a “tiempos mejores”. En este sentido, estos meses de frío también nos ofrecen la oportunidad de disfrutar de ciertos placeres: alimentos como el chocolate negro nos ayudan a mejorar nuestro estado de ánimo, debido a que aumenta los niveles de serotonina y endorfinas, sustancias que mejoran la calidad de nuestro sueño y nos alejan de la tristeza.
El otoño y los meses de invierno no deben alejarnos del bienestar, por ello debemos anticiparnos a nuestro cerebro y antes de que nos invada la idea de un otoño largo, triste, frío y aburrido, pensemos en combatirlo con motivación, pensando ser más productivos en nuestro trabajo, poniéndonos pequeñas metas que nos hagan sentir bien. Es buen momento para las reuniones con la familia y amigos y para el disfrute de la intimidad con uno mismo en el calor del hogar.
También varía nuestra indumentaria, cambiamos la ropa cómoda y ligera, los bañadores de colores alegres, las sandalias, los abanicos o las gafas de sol por sobrios abrigos de tonalidades oscuras, chaquetas, corbatas, bufandas, impermeables o paraguas. Y estos cambios, tan habituales por otro lado, sin duda afectan a nuestro estado de ánimo.
Parece ser que el cuerpo humano tarda hasta 7 días en acostumbrarse a los cambios de temperatura y que los cambios de presión atmosférica, humedad, lluvia, nieve o viento afectan directamente a nuestro carácter y estado anímico.
Los efectos no se presentan con la misma intensidad en todo el mundo y depende del grado de susceptibilidad de cada uno de forma que parecen afectar más a las mujeres que a los hombres.
El calor y especialmente el sol nos producen alegría, nos genera ganas de vivir, de salir a la calle, de sonreír, de empezar un nuevo día con ganas y pero también incentivan a la distracción.
Por el contrario el frío produce estados anímicos más bajos que nos hace estar mas serios y acrecentar nuestros pequeños problemas produciéndonos malestar emocional e inseguridades.
Sin embargo, todo no van a ser malas noticias. El frío favorece la productividad laboral ya que nos ayuda a concentrarnos y a centrarnos en nosotros mismos lo que conlleva que la capacidad de trabajo aumente. El frío y la menor cantidad de horas de sol nos disciplina, nos invita al recogimiento y al hogar, sintiendo que la diversión puede esperar a “tiempos mejores”. En este sentido, estos meses de frío también nos ofrecen la oportunidad de disfrutar de ciertos placeres: alimentos como el chocolate negro nos ayudan a mejorar nuestro estado de ánimo, debido a que aumenta los niveles de serotonina y endorfinas, sustancias que mejoran la calidad de nuestro sueño y nos alejan de la tristeza.
El otoño y los meses de invierno no deben alejarnos del bienestar, por ello debemos anticiparnos a nuestro cerebro y antes de que nos invada la idea de un otoño largo, triste, frío y aburrido, pensemos en combatirlo con motivación, pensando ser más productivos en nuestro trabajo, poniéndonos pequeñas metas que nos hagan sentir bien. Es buen momento para las reuniones con la familia y amigos y para el disfrute de la intimidad con uno mismo en el calor del hogar.