Mientras en países como Estados Unidos, la creación de empresas impulsadas por este género ya llega al tercio de los negocios, y las mujeres están incluso tomando el papel de inversoras, en la región este rubro aún es limitadamente explotado.
Pese al avance que ha experimentado en los últimos años, el emprendimiento femenino continúa siendo un área muy poco desarrollada en América Latina. Mientras en países como Estados Unidos, la creación de empresas impulsadas por este género ya llega al tercio de los negocios y las mujeres están incluso tomando el papel de inversoras, en naciones como Chile, Argentina o Brasil, por nombrar algunos, este rubro aún es limitadamente explotado.
Según datos del Banco Mundial, en Latinoamérica entre un 25% y un 35% de las personas que emprenden en los negocios son mujeres, una cifra insuficiente si se observa el valor agregado que ellas aportan al desarrollo. Tienen habilidades especiales para procesar varios problemas simultáneamente, y dada la diversidad y complejidad del ambiente donde se realizan los negocios, se necesitan líderes que sobresalgan por su inteligencia emocional.
Las razones de esto pueden ser muchas: desconocimiento del tema, pocas oportunidades e ingresos insuficientes. Sin embargo el principal obstáculo, según los expertos, es la mentalidad que tienen las sociedades latinoamericanas y que influye directamente en la motivación que ellas puedan tener al momento de emprender. A diferencia de gran parte de los países desarrollados, las mujeres de la región no están dispuestas a correr grandes riesgos a la hora de crear su propio negocio o de invertir en uno que les interese, algo que se acentúa si son madres o deben mantener una familia. Esto, porque la actividad emprendedora es mirada muchas veces como una forma de generar ingresos mientras se encuentra un nuevo trabajo, y no como un negocio definitivo.
“En América Latina ser emprendedor puede ser visto como estar entre dos trabajos: te despidieron en uno y todavía no te contratan en otro, entonces te defines como emprendedor.
Pero esto en EE.UU. no ocurre. El tema de ser emprendedor es mucho mejor visto allá que en América Latina, porque si a eso le agregas el estigma de ser emprendedor y mujer puede que sea mucho peor”, dice Susana García-Robles, Sennior Investment Officer del Fondo Multilateral de Inversiones (Fomin) del Banco Interamericano de Desarrollo.
El papel de mujer emprendedora tiene un enorme potencial en EE.UU. De hecho, el 60% de las pequeñas y medianas empresas de ese país han sido creadas por mujeres, quienes además se han integrado a redes de inversiones ángeles y a la industria del venture capital. “Las mujeres estadounidenses como madres, no quieren limitarse al trabajo formal, sino a algo que les de más flexibilidad, por eso pueden emprender sin problema”, sostiene Cate Ambrose, presidenta y directora ejecutiva de Latin American Venture Capital Association.
La cultura de los países latinoamericanos es una de las principales razones del escaso emprendimiento femenino existente.
Y es que la condiciones están dadas. Además de la enseñanza que desde pequeños se les da a hombres y mujeres para que aprendan a crear sus propios negocios y desarrollar sus ideas, las universidades estadounidenses tienen fondos de capital y redes de inversionistas ángeles en donde muchas mujeres participan. Según Ambrose, esto genera un ecosistema emprendedor, y gracias a redes de inversoras en Estados Unidos por ejemplo, las mujeres invierten más en mujeres, lo que aumenta el emprendimiento dinámico femenino. Además, destaca que en Estados Unidos, la industria de Capital Privado y Capital de Riesgo lleva décadas, lo que ha facilitado todos los demás eslabones, desde el Start Up, hasta el Capital de riesgo. Precisa eso si que dadas las características que muestran de una tendencia al mayor pragmatismo y menor tolerancia al riesgo, esto las llevaría a ser inversoras de etapa temprana, por lo que la formación de inversoras ángeles está todavía en proceso de formación.
Algo que no ocurre en América Latina donde, incluso, todavía está presente la eterna discusión sobre el rol que la mujer debe priorizar en la sociedad: trabajar o dedicarse a la familia. “Hay muchas mujeres en EE.UU. que no se han casado y han optado por la parte profesional y tienen más dinero para invertir. El patrón cambia un poco porque hay mucha mujer que no tiene familia. Pero tampoco creo que eso sea un requisito para emprender. Lo importante es que las mujeres sepan en que momento de su vida están para dar ese paso”, explica la experta del Fondo Multilateral de Inversiones.
A esto se suma la poca tolerancia al fracaso que los latinoamericanos tienen en general. Mientras en EE.UU. el fallo de una pyme es considerado una gran oportunidad para aprender de los errores, en América Latina es prácticamente el fin. “No siempre fallar es malo, al contrario fallar te puede dar una gran experiencia y ayudar a salir fortalecido. Pero eso en Latinoamérica eso no se entiende como tal. En EE.UU. se premia a aquellas personas que fallaron en un primer emprendimiento, aprendieron las lecciones y han hecho un segundo emprendimiento. En América Latina cuando uno se equivoca, se esconde, no quiere hablar de ello, no quiere que nadie lo sepa porque no se lo ve como lección aprendida”, dice.
García-Robles señala que si bien llevará décadas, es primordial comenzar desde ya a cambiar la mentalidad regional. “Estos son cambios culturales que deben hacerse pero no pueden ser de un día para otro”, dice. Algo con lo que coincide Ambrose quien además plantea la necesidad de centrarse en los casos de éxito y no en los fracasos que otras hayan tenido. “Es un tema cultural que requiere mucho tiempo, pero con ejemplos de éxito se puede hacer mucho, ya que cuando hay un emprendedor que ha hecho algo muy fuera de lo común y ha sido muy exitoso, se convierte en un modelo de ejemplo para otros”, agrega.
Pese a todo, ambas especialistas destacan el protagonismo que el emprendimiento femenino ha ido adquiriendo en los últimos 10 años, al estar presente sobre todo en discusiones, universidades e incubadoras. “En Latinoamérica hay varios casos de mujeres que juegan un papel importante en la dirección de grandes y acertados negocios familiares y que también invierten dinero en nuevas oportunidades de negocio, que absolutamente deberían apoyar a mujeres como ellas”, dice Ambrose. Junto con esto, valoran el papel que muchos gobiernos han jugado al impulsar esta área, otorgando asesoría y financiamiento. “Creo que gobiernos latinoamericanos como los de Chile, Brasil o Argentina han hecho mucho por potenciar el emprendimiento entre las mujeres, asumiendo un gran compromiso”, añade la experta.
En ese sentido, Susana García-Robles recomienda a los países de América Latina potenciar el emprendimiento femenino, pero dentro del marco cultural de cada uno, ya que no existen modelos predeterminados a seguir. “No existe un modelo fijo o totalmente replicable. Hay que tener en cuenta la posición de la mujer en cada país, el tipo de carreras que en general tienen las mujeres y de ahí ver el sentido empresarial que puede estar presente en sus distintas etapas de vida”, afirma.
Creando alternativas. Potenciar el emprendimiento femenino es algo que varias entidades de América Latina se han propuesto lograr. Una de ellas es Octantis, la incubadora de negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, que a través de su Programa Chile Emprendedoras, busca incorporar a la mujer como protagonista del proceso emprendedor chileno.
“Octantis está desarrollando acciones que tienen como foco fortalecer y desarrollar las capacidades de las empresarias y emprendedoras con talento para desempeñarse en ese rol, pues es crucial contar con un directorio con un componente femenino importante que potencie el crecimiento de emprendimientos dinámico”, explica Patricio Novoa, coordinador del Programa Emprendimiento Femenino. Chile Emprendedoras es apoyado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y ejecutado por la Cámara de Comercio de Santiago a través de su unidad Pyme’21 en conjunto con cuatro instituciones como son la Universidad del Desarrollo, Octantis, Endeavor y Mujeres Empresarias.
Y es que a través de distintas actividades, la potenciadora ha reunido a expertas líderes de la industria del capital emprendedor para analizar la situación de la mujer. “Reunir mujeres que sepan que hay otras que están igual, es muy positivo para el emprendimiento femenino”, destaca Cate Ambrose, quien junto a Susana García Robles, participó en el seminario “Capital Emprendedor, una industria que las mujeres deben Explorar”, que la entidad organizó este jueves para debatir el rol femenino en los fondos de inversión y la formación de las inversoras ángeles en los países desarrollados.
En el marco del Programa Chile Emprendedoras, Octantis, está desarrollando además el Programa B.O.W. (Boards of Women), Mujeres en la Dirección. Todo, debido a la urgente necesidad de que la mujer ocupe posiciones de liderazgo a nivel empresarial y de gobierno, por la riqueza de su aporte en la toma de decisiones estratégicas.
Southern Angels también ha mostrado interés en este aspecto. La red de inversionistas ángeles más antigua de Chile, aunque está completamente administrada por mujeres, no cuenta con ninguna inversionista del género. Es por ello que la entidad se propuso fomentar la participación femenina en el área. “Las mujeres tienen una sensibilidad especial para iniciar los negocios y se complementan de manera perfecta con los hombres. Por eso creemos que es necesario instaurar un cambio cultural, es un desafío que tenemos pendiente y que queremos alcanzar preparando o entrenando a las mujeres para que sean parte de esto”, dice María de los Ángeles Romo, gerente de inversiones de la institución.
“Debemos enseñarle a las mujeres dónde, cómo y cuándo invertir. Hay un interés que está naciendo y es necesario impulsarlo”, añade
Autor: Alejandra Clavería