Como terapeuta sexual, mi profesión suele propiciar conversaciones de sobremesa que a veces son interesantes, y otras veces sumamente extrañas. Hace no mucho tiempo estaba en un coctel, cuando una mujer a mediados de sus 30 años me abordó: “Rápido –me dijo en voz baja–. Mi esposo está trayéndome un trago. Sólo tenemos unos segundos. ¿Cómo hago para que él lea tu libro She Comes First (Ella se viene primero) sin herir sus sentimientos?”.
Pero antes de que yo pudiera responder, llegó su esposo, puso su brazo alrededor de su hombro y dijo: “Oye, tú eres el tipo que escribe libros de sexo, ¿cierto? ¿Por qué no me escogiste a mí como tu coautor? Yo te habría podido dar algunos secretos, ¿verdad, cariño?”. Todos reímos; es claro que ella es quien tiene el verdadero secreto. Pero no está sola.
Según la recientemente publicada Encuesta Nacional de Salud y Comportamiento Sexual de Estados Unidos, 85% de los hombres dijo que su pareja había tenido un orgasmo durante su más reciente encuentro sexual, mientras que sólo el 64% de las mujeres reportó haber llegado al clímax. La implicación: muchas mujeres lo están fingiendo, y se salen con la suya. Como sabemos, el orgasmo es un placer respecto al cual los hombres son fácilmente engañados.
Pero aún con toda nuestra ingenuidad orgásmica, los hombres suelen ser los primeros culpados como la fuente de tal fraude femenino. En un reciente episodio de un programa televisivo, el consenso general entre el panel de mujeres fue que los hombres necesitan mejor educación sobre la sexualidad femenina, y que fingir es un bioproducto necesario del ego masculino y protege el autoestima del hombre.
Personalmente, no les creo. Si un árbol cae en el bosque y no hay nadie para oírlo, ¿realmente existe ese sonido? Si una mujer finge su placer y su pareja piensa que ella en realidad está disfrutando del sexo, ¿su insatisfacción es escuchada?
Como un consejero de sexo y de relaciones, yo sí creo que los hombres obtienen muchas de sus ideas sobre la sexualidad femenina de la pornografía, y sí necesitan más educación al respecto.
También, son muchas las razones legítimas por las que una mujer puede no tener orgasmos durante el sexo. “En la realidad, la vida interfiere: depresión, imagen corporal, ansiedad por su desempeño sexual, no haber dormido bien, cansancio, estrés, ansiedad, sentirse apurada (el orgasmo femenino llega en un promedio de 10 a 30 minutos después de comenzar la estimulación); todo interfiere con el orgasmo. Así que algunas veces las mujeres lo fingen”.
¿Pero tiene razón Emily al justificar la ocasional mentirita?
Según ella, fingir no es algo malo; es con frecuencia un salvaguardia bien intencionado para el ego de la pareja. “Para una mujer es más difícil tener un orgasmo al principio de una relación, su cuerpo necesita aprender a confiar en la nueva pareja y a relajarse en el conocimiento de que acepta y aprecia su cuerpo”, escribe.
“Al mismo tiempo, si a una mujer le gusta su pareja, ella quiere que él se sienta bien. Si el orgasmo es una forma en la que ella puede mostrarle que está disfrutando el sexo, pero todavía no ha llegado a los orgasmos, fingirlos es una opción completamente viable, en tanto no se vuelva una costumbre”.
Siempre he solido estar de acuerdo en la legitimidad de un pequeño fingimiento ocasional, pero con este último estudio (hombres 85% - mujeres 64%, con más de 20% de brecha entre los que ellos creen y lo que ellas están experimentando) parece que fingir, de ser aquella pequeña mentira piadosa, ascendió a una forma de engaño culturalmente aceptada.
Así que estoy cambiando mi opinión: fingirlo de vez en cuando no está bien. Claro que hablar de sexo puede ser difícil, y es más fácil guardar los propios sentimientos, y claro que hay hombres que responderán a la defensiva, pero nada de eso justifica mentir.
Cada vez que una mujer, por cualquiera de las abundantes razones legítimas, finge un orgasmo, ella socava esa legitimidad y pierde una oportunidad de comunicarse con su pareja y de profundizar la comprensión de él sobre la relación.
Es posible que estés logrando evitar una decepción de tu pareja, o ahorrarte unos minutos más de actividad sexual, pero ello podría ser al costo de la comunicación entre ustedes y de aprovechar una potencial oportunidad para mejorar la calidad de sus relaciones sexuales.
Así que en lugar de fingirlo, hablemos de sexo. No siempre es fácil, pero a la larga, no hablar de sexo es incluso más difícil. Todos esos gemidos son sólo un gran impedimento a una conversación honesta.
* Nota del editor: Ian Kerner es un consejero sexual y autor de libros bestsellers del New York Times.