La ilusión de "adueñarse" del corazón de un seductor a tiempo completo es un sentimiento tan atractivo como peligroso. ¿Los mujeriegos son más seductores?

Simpáticos, viriles, atractivos, caballeros, cautivantes, románticos... existe una raza de hombres irresistiblemente seductores.

Ellos tienen todas a su favor. Nos sonríen y el sol aparece entre las nubes, nos halagan y nos sentimos las dueñas del universo, cada palabra que sale de sus labios llega hasta nuestros oídos como la más encantadora melodía.

¿Qué mujer puede evitar sucumbir ante estos encantadores especímenes masculinos? Pocas, muy pocas. Tal vez por eso los "Don Juanes" tienen tantos amoríos como desean. Enamoran a una mujer madura, deslumbran a una veinteañera, y hasta pueden sacarle una sonrisa a la más devota de las viudas.

No hay duda, nacieron para conquistar: conocen todos los secretos para transformar a cualquier mujer en una presa segura. Sin embargo, el dulce almíbar de estos hombres puede dejar un agrio sabor en más de un corazón femenino. Enamorarse de un "seductor" es tan riesgoso como firmar un cheque en blanco o jugarse la casa a la lotería. Por lo general, la vida empieza a tomar un matiz incierto y nunca sabemos si vendrá a cobijarnos con su abrazo protector o si piensa a decirnos adiós por teléfono o vía fax.

Aún así, para muchas mujeres, conquistar a un Don Juan más que una pasión es un desafío. Omnipotente, ingenua o testaruda, siempre aparece una dama que se ha propuesto ponerle a este tipo de hombres la comprometedora sortija. Si una mujer ha decidido conquistar a un Casanova, hará lo imposible por llevar adelante sus planes.

Los más sofisticados trucos femeninos saldrán a la luz: estrategias friamente calculadas, sutiles presiones y hasta engaños y mentiras se pondrán a competir de igual a igual con las armas de un seductor. Todo vale con tal de ver a ese hombre rendido ante sus pies. Con astucia impecable y con mucha inteligencia, este tipo de mujeres rápidamente se armará de un equipo de espionaje que las ayude en su objetivo.

Así es como madres, amigas, nueras y vecinas pasarán a ser cooperadoras activas en la meta de la conquista. Una mujer que se empecinó en transformar a un mujeriego en el más fiel de los amantes, de alguna manera también se ha propuesto jugar un juego altamente seductor. Para ella, domar a un hombre con estas características es como ganarse un trofeo.

De esta manera en el terreno del amor se ha declarado una lucha intensa y a veces despiadada: la lucha por el poder de la conquista, en la cual ya no importa mucho a quién se ama, ni cómo se ama; lo único que importa es ganar y sentirse un vencedor.

Muchas de estas actitudes competitivas, tanto en un hombre como en una mujer, en realidad están ligadas a profundos sentimientos de inseguridad y baja autoestima.

Hay veces en que la incapacidad de amar y de comprometerse, responden a un temor de ser rechazado y de no ser querido.

Una manera de evitar sentirse tan vulnerables es justamente enmascararse tras las actitudes de una persona atrayente e invencible.

Por Dorothea

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