¿Qué hacer si descubres, de un día para otro, que tu pareja, con quien convives, te has casado o con el que llevas mucho tiempo, es homosexual?

SANTIAGO, agosto 19.- Los tiempos han cambiado, qué duda cabe. Hoy hablar de hombres y mujeres homosexuales y sus derechos es una discusión que puede llevar a discrepancias, pero nunca a censura. Sin embargo, cada una de las personas que dio testimonio para este artículo pidió resguardo de su identidad; aún persisten temas que cuesta hablar, miedos latentes y situaciones vergonzosas. Esta es una de ellas.

¿Cómo se explica una mujer que el hombre que amó, con el que se fue a vivir y con el que tuvo o planificó hijos no era del todo heterosexual, y llevaba una doble vida? Más allá de buscar culpables y de escandalizarse se trata de reflexionar, de preguntarse por qué esto sucede aún, y de qué manera se puede enfrentar de mejor modo.

Sin Happy End

La diseñadora de ambientes María Ignacia (30) pololeó cinco años con Juan José (33); alcanzaron a convivir dos años y estaban listos para casarse, incluso tenían dinero ahorrado para comprarse un departamento. Pero de un momento a otro, todo cambió. “Un día cualquiera, sin previo aviso, me dijo que las cosas no estaban bien, que estaba confundido con respecto con otra mujer, y que terminábamos. Pero esa noche soñé que él era gay; le conté y pregunté derechamente, y me negó todo. Insistí. Algo me decía que era cierto”, recuerda la mujer. “Un día me llamó, nos juntamos, y me dijo que le había pasado algo raro, que estaba confundido; había pedido ayuda a personas que pasaban por lo mismo que él, los que le recomendaron que tuviera una relación más íntima con un hombre, lo hizo y se arrepintió. En ese momento –según él– se había dado cuenta que no era gay. Yo quise darle una oportunidad, así que lo acompañé al psicólogo, y allí contó que cuando estaba conmigo nunca dudó. Pero sí confesó que en el colegio se lo cuestionó, porque le atraía un compañero, pero después se le pasó. El psicólogo le dijo que analizara cuántas mujeres u hombres miraba en calle y él llegó a la conclusión que miraba a los dos por igual, pero con una pequeña inclinación a los hombres. Pero cuando le preguntó por qué quería ser heterosexual, él le respondió que por mí y su mamá. Él se quería convencer de que no era gay, pero no resultó y finalmente se decidió… Porque fue una decisión para él ser gay”, detalla María Ignacia.

¿Por qué un hombre puede llegar a silenciar hasta adulto el deseo homosexual, al punto de comprometerse con una mujer? La psicóloga y terapeuta de parejas, Pamela Verdugo, explica que esto sucede por varios factores. “Hay muchas personas que siendo homosexuales tienen conflictos para aceptarlo por un tema de presión social, del deber ser, del calzar con un patrón que se le asigna en su familia o mundo; o que tiene problemas en su identidad sexual que se pueden manejar a nivel inconsciente o consciente, pero negado”.

Desde el punto de vista psicológico, la identidad es algo que se va configurando a lo largo de la vida, especialmente en el desarrollo infantil y adolescente. Lo determinan varios factores, como la genética, el físico, el contexto social y familiar. Dentro de la identidad se configura lo sexual, que comienza su manifestación más evidente desde los 12 a los 18 años, cuando comienza la exploración sexual. Si hay una inquietud homosexual, en en esta etapa cuando se manifiesta por primera vez ese impulso. Pero en estos casos hay algo que los mantiene reprimidos o silenciados. 

“Los deseos van definiendo quién soy, pero sucede que si esos sentimientos me perturban mucho, los mantengo en total silencio hasta que ya no puedo reprimirlos más. Así comienzan a vivirse dobles realidades que hoy –por la apertura en estos temas y la aceptación social– se pueden sostener cada vez menos en el tiempo, ya que no es vida vivir así”, explica la experta. 

Amigos y traición 

Carolina (29) es comunicadora y magíster en negocios; camina segura y resuelta por la vida. Dirige el área de comunicaciones de una transnacional, y tiene pareja hace cinco años. Pero su fuerza y decisión una vez tambaleó. Durante todos los años de universidad fue amiga de Ricardo, quien en los últimos años se declaró perdidamente enamorado de ella. La siguió y persiguió hasta lograr que ella le diera una oportunidad. La relación parecía ideal: se conocían desde hacía mucho tiempo, las familias estaban felices con el compromiso y él la adoraba. Pero poco a poco ese amigo incondicional se convirtió en una pareja demandante. Ella, después de egresar, se fue a vivir sola, y él también, pero poco a poco él se fue quedando, hasta que terminaron viviendo juntos. Ahí todo comenzó a cambiar. “A él le cargaba que yo me tomara un trago más, que hablara fuerte, que dijera garabatos. Quiso moldearme como una mujer sumisa, y lo logró durante dos años”. 

Pero algo potente venía gestándose. La sensación de no ser quien era realmente tenía ahogada a Carolina, a quien no le bastaba la satisfacción del “deber ser” que todos aplaudían a su alrededor. Y por cuestiones laborales se enredó con un colega. “Era un hombre con el que jamás hubiera atinado en otras circunstancias, porque estaba casado y tenía hijos, nada que ver conmigo. Pero fue mucho más fuerte”, recuerda. Tras el engaño ella decidió terminar la relación, culpándose por no querer de buena forma al hombre que supuestamente le daba todo. “Pensé que era yo la que estaba mal de la cabeza, así que decidí ir al psicólogo para entender porqué era así… Me sentía como una ‘perra’, había pasado la vida buscando un tipo que me quisiera y que me mereciera, y cuando lo encontré me metí con otro que no tenía nada que ofrecerme”, agrega.

Se apoyó en el que era su mejor amigo, un colega con el que vivió parte del proceso. “Pancho lo sabía todo, y me aconsejaba. Justo en ese periodo, cuando Ricardo estaba mal por el término y yo me sentía culpable, le pedí que lo ayudara con trabajo, que le diera una mano”, detalla. “Pese a que Ricardo era machista, no tuvo problemas con hacerse amigo de Pancho, quien es gay. Así comenzaron a salir; yo lo sabía, y todo bien. Una noche Pancho me acompañó al cumpleaños de una amiga y me dijo algo que me dejó sin palabras. Ricardo estaba enamorado de él, y él sentía que Ricardo era el amor de su vida”.  

No reaccionó inmediatamente. Incluso concluyó que más adelante, cuando todo pasara, podrían llegar a ser amigos de nuevo. Pero un correo electrónico cambió todo eso. “El asunto del mail decía ‘la verdad ante todo’. Pancho me explicaba que él le había contado todo sobre mi infidelidad a Ricardo, como una manera de decirle ‘ella no es quien tú piensas’” cuenta. “Hubo traición de mi parte, es cierto, yo me había acostado con otro tipo, pero había otra cuestión detrás que es más profunda; él había sido mi amigo. ¿Por qué no me lo había siquiera comentado? En la universidad alguna vez lo defendí de preguntas agresivas de los más ‘machos’ del curso, que dudaban de su hombría. Si tenía dudas, ¡por qué no hablarlo! Si fuimos años amigos. No dudo que su historia debe haber sido tremenda, eso de gritarle al mundo que le gustaban los hombres, pero hay una cosa de lealtad detrás que no puedo perdonar. Y mi traición hasta el día de hoy la agradezco, porque tal vez después hubiéramos seguido con una farsa que iba a terminar aún peor”, detalla Carolina.

Para cada llave hay una cerradura

Vivir en base a mentiras es algo que puede hacerse durante toda una vida. Pero desconocer esa realidad en profundidad, hacerse “el loco”, es difícil. Así por lo menos lo plantea la terapeuta de parejas, quien asegura que una mujer siempre sabe –consciente o inconscientemente– si su pareja tiene una doble vida.  

“Es importante tener en cuenta cuáles son las claves que yo no estoy viendo. Porque puede ser que él nunca me lo dijera, que yo nunca me entere conscientemente. Pero inconscientemente deben haber cosas que yo misma no quiero aceptar. Toda relación de pareja –sea buena o mala– nunca es al azar. Es como que ‘para cada llave hay una cerradura’. Cuando esto sucede, siempre hay una especie de colusión inconsciente que hace que dos personas se junten”, detalla Verdugo. 

Una pareja donde se da este tipo de situaciones tiene rasgos claros. Se tiende a evitar el conflicto, a no decirse las cosas, a no ser honesto en los ámbitos más íntimos. “Esto se da tanto desde el hombre a la mujer como de la mujer al hombre, porque una mentira que aparece en este ámbito y de esta forma está presente en ambos. Si una mujer silencia sus dudas, las ignora, es porque ella también tiene miedos o temas pendientes, entonces la idea es que, si no pregunto, el otro tampoco me va a preguntar a mí”, asegura la psicóloga. 

Así lo confirma María Ignacia, quien recuerda que ella, mirando a la distancia, siempre tuvo dudas, sospechas. “Se preocupaba mucho más él de la ropa que yo, se demoraba en vestirse, era pretencioso, le gustaba comprar ropa. Además, le gustaba opinar sobre mi vestimenta, me decía que combinara la ropa, que me maquillara menos. Nunca fue afeminado, pero su estilo no era muy varonil tampoco; no le gustaba el fútbol”. 

Para Carolin,a en tanto, la lectura fue por otro lado. “Era demasiado ordenado, su ropa estaba maniáticamente guardada, y cuando cocinaba, todo lo ordenaba, era prolijo. En todo caso yo leía esto como un rasgo obsesivo”. 

En términos sexuales, ambas mujeres reconocen que no era malo. “Sexualmente no era tan ‘hot’ como todos los hombres. Pero nunca tuve una queja, lo pasábamos muy bien, tenía una mezcla entre brusco y delicado que era linda”, asegura María Ignacia. Y Carolina añade que ella y Ricardo “sexualmente nos llevábamos bien, no había complejos, nada diferente, aunque en el último tiempo tuvo una obsesión con el sexo anal en el que yo no lo acompañaba”. 

¿Cuál es el impacto que una historia como ésta puede tener en una mujer?  Sin duda la autoestima y las suspicacias se instalan. “Cuando volví a tener una ‘pseudo relación’, me ponía contenta si dejaba la ropa tirada, si le gustaba el fútbol, si era bien macho para sus cosas. No deja de ser patético, pero era un alivio ver esas cosas. Y en términos de ego fue terrible; pasó mucho tiempo para que me recuperara. Ahora creo que todo lo que pasó tenía un sentido “, detalla Carolina. 

María Ignacia, en tanto, asegura que “nunca pensé que yo no era suficiente ‘mina’. Sí me bajó la autoestima, pero logré superarlo, pese a que sufrí mucho con todo esto. Aunque hoy cualquier detalle femenino en un hombre o de excesiva preocupación, me hace dudar”. 

Cómo lo viven ellos 

Sergio tiene 32, estuvo casado 9 años, tiene dos hijos, y hoy se reconoce gay y convive con su pareja. Recuerda que desde su más temprana edad tuvo experiencias homosexuales. “Yo empecé a tener relaciones homosexuales a los 15 años. Pero a los 17 conocí a mi mujer, ella quedó embarazada y nos casamos. A esa edad uno no está muy claro de cómo son las cosas, pensaba que lo mío había sido un desliz dentro de mi vida; me sentía enamorado de mi mujer y veía un futuro con ella, me proyectaba, me imaginaba criando hijos y regaloneando nietos. Le conté la verdad antes a ella –esto de que había tenido relaciones homosexuales– y lo tomó un poco mal al principio, pero después lo asumió como algo pasajero, como algo que es parte de la juventud”, explica. 

Sergio aclara que “no me casé por seguir los cánones establecidos o por ocultar algo, sino porque me sentí súper enamorado. De hecho, si no fuese homosexual estaría aún con ella, es una mujer espectacular, una madre perfecta, en el área sexual lo pasábamos increíble, es una mujer con carácter, luchadora, trabajólica”. 

Además, tenía una idea cruda sobre las relaciones homosexuales. “Las veía como algo que no se comparaba con el matrimonio, no creía en el amor homosexual, sentía que sólo era algo pasajero, sexual. Ahora no lo veo así”.

De esos 9 años de matrimonio, más de la mitad fue una honesta relación entre él y su mujer. Incluso tuvieron una niñita después de su primer hijo. Pero al quinto año él comenzó a tener sexo con hombres, esporádicamente. “Era una cosa netamente sexual, de deseo. No me involucraba sentimentalmente. Sólo trataba de satisfacer mis necesidades. Nunca me saqué la argolla, ponía mis condiciones y siempre en situaciones fugaces. Con el pasar de los años me di cuenta de que estaba haciéndome daño a mí y a mi familia. La infidelidad comenzó a pesarme, estaba negando algo que era mi naturaleza y arriesgándola a ella”. Decidió contarlo todo. “Le dije a mi mujer que, estando con ella, había estado de nuevo con hombres y que no era justo ni para ella ni para mí. Lo tomó muy mal; no hubo violencia, pero me sentía podrido… Un maricón por ser así con ella, por engañarla. Me dijo tantas cosas…, que había perdido sus mejores años conmigo, que le había cagado la vida. Y me obligó a contarle a mi familia”. 

La familia de Sergio la apoyó a ella; nadie comprendió cómo arriesgaba familia e hijos por esto. Y el impacto no tardó en llegar. Sergio cayó en una depresión profunda, generó crisis de pánico, sus hijos eran su peor dolor. “Dejar a mis hijos fue lo peor, el verlos llorar y que me preguntaran ‘¿por qué?’ fue lo peor. Yo fui papá presente en todos los aspectos, les enseñé a leer, los bañaba, les daba la comida... Nunca he visto a mis hijos llorar como esa noche lloraron. Y esa idea se me repetía a diario en mi cabeza”. 

Tras asumir ante todos su homosexualidad e ir a terapia, poco a poco su situación fue mejorando. Incluso la relación con su ex mujer –hoy, cinco años después– es buena, van a veranear juntos con los niños, los fines de semana los pequeños se van con él, incluso su hijo mayor (que hoy tiene 13 años) sabe de su orientación sexual. “Mi hijo lo supo de mi boca, y por lo que me contó, tenía sospechas, pero esperaba que yo se lo contara. Y lo acepta. A la más chiquitita no le hemos dicho aún, hay que esperar a que esté más grande”, detalla Sergio.

¿Arrepentido? “Tener dos hijos preciosos no lo cambiaría por nada, volvería a vivir el sufrimiento de la separación porque son demasiado espectaculares. Tal vez no me hubiera casado formalmente… No lo sé. Pero mis hijos fueron fruto del amor… Me hubiera gustado no haberle hecho daño a tanta gente. Sé que actué muy inmaduramente, y que fue doloroso para todos, pero por lo menos traté de enfrentar todo con honestidad, cuando me di cuenta de que no había vuelta atrás. Uno merece ser feliz bajo las condiciones que la vida a uno le puso. Yo no pedí ser homosexual, ni lo escogí. Soy una persona normal, y lo que haga entre cuatro paredes en una cama me debe importar sólo a mí, si no le hago daño a nadie… Tengo derecho a enamorarme”. 

Cómo enfrentarlo

La terapeuta Pamela Verdugo explica que las sospechas son un indicio súper potente, ya que si uno llega a ese nivel –el sospechar de algo así– es porque definitivamente las cosas no están bien. “Tener una sospecha de ese calibre es porque ya hay demasiado ahí. Es porque una se ha hecho la tonta harto rato y no ha querido enfrentar ni tomar una decisión al respecto”.

¿Qué hacer ante eso? Lamentablemente –explica la psicóloga– las parejas tienden a establecerse con mucha distancia, donde no es fácil conversar temas complejos, preguntarse y decirse cosas. “En una pareja uno debería tener la confianza suficiente como para preguntar cualquier cosa, de la manera en que se da entre ellos. Si hay confianza para estar todos los días en la cama con alguien, debería existir un grado de confianza como para preguntar cualquier cosa”.

La clave, por tanto, está en cultivar esa confianza con la pareja, no quedarse en sospechas sino actuar, hablar, relacionarnos más honestamente. Hay que hacerse cargo de las propias dudas y sospechas por miedo a lo que escuchemos de vuelta. 

Y una vez que las cosas se han “destapado” –como le pasó a María Ignacia, Carolina y Sergio– lo recomendable es, primero, sincerarse con uno mismo. Preguntarse “¿en qué estaba yo? ¿Por qué no lo vi? ¿Por qué, si tenía dudas, no hice algo antes? ¿A qué le temo? 

Y las respuestas que surjan no deben ser “en mala”. La idea –explica la psicóloga–  no es culparse y decir “es que soy fea, bruta, y tonta”, pero tampoco pasar al extremo de convencerse de “todos los hombres son malos”. Lo mejor sería responderse de manera útil, positiva y real. ¿Qué me pasa a mí con esto? Es una pregunta crucial, como también afrontar las cosas que salgan de aquello.
PUBLICADO : 19 Agosto 2010
PILAR HUILCALEO MATELUNA
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