Me invade el miedo, la incertidumbre, la espera, tengo las emociones a flor de piel. Pero todos estos sentimientos se ven eclipsados, por una profunda alegría y dicha, estoy embarazada, estoy en la dulce espera, no  tenía planes inmediatos de tener un hijo, la verdad no me sentía preparada para cambiar mi vida. 

Pero llegó el momento y el milagro de la vida está latiendo y creciendo dentro de mí, cuando me enteré mi mente se llenó de miles de pensamientos y el miedo se apoderó de mí, miedo a no saber cómo enfrentar esta nueva etapa en mi vida, miedo a no ser capaz de entregarle lo esencial a mi hijo o hija, miedo a la responsabilidad, creo que son los miedo básicos de toda madre.

Pero luego sentí una gran dicha porque deseo que mi hijo o hija sea un aporte para el mundo, que su alegría invada cada espacio de su hogar cada lugar de la familia, siempre he pensado que los niños son la alegría del mundo, y creo que es nuestra obligación como madres brindarles los motivos para su alegría, si todos los niños rieran más a menudo se producirían grandes cambios. Lo que tengo muy claro es que sea feliz, que pueda explotar todas sus capacidades y que el día de mañana sea un hombre o mujer de bien y un aporte para la sociedad.

Una madre siempre desea lo mejor para su hijo o hija, y ahora entiendo muy bien a mi mamá, cosas que antes no lograba entender ahora las siento mías.

 Sólo tengo pocas semanas de embarazo y ya lo amo con todo mi ser. Mi esposo siente de forma diferente, pero se ha incrementado nuestra felicidad.

“Somos mujeres damos vida”
(Sara, 30)
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