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Muchas veces queremos decir algo y se interpreta otra cosa. Saber expresar los sentimientos y aprender a disfrutar de ello es una fuente de placer y crecimiento personal que nos evita sufrimiento innecesario. Muchas veces se piensa que es importante que en las relaciones de pareja haya comunicación, lo cual sin duda es cierto. Pero no debemos confundir hablar mucho con comunicarse bien, en especial cuando se trata de expresar sentimientos o emociones. Por otro lado, quizás lo que no siempre está tan claro para todo el mundo es la importancia de hacer lo mismo en el resto de ámbitos de la vida, dado que cualquier relación madura tiende a mejorar si podemos hacer uso de la capacidad de expresar los sentimientos de una forma asertiva. 
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Confusiones cotidianas No hay sino que pensar en cuántas veces se expresa un sentimiento de la forma más inocente y puede llegar a suponer una amenaza para el otro sin que sea esa nuestra intención. Por ejemplo, un compañero de trabajo que nos pide que le imprimamos un informe porque su impresora no va y, en ese instante, como el que habla del tiempo, le expresamos nuestro sentimiento de agobio ya que tenemos mucho trabajo y, de repente, él responde molesto “yo también estoy estresado pero no he tenido problema en echarte un cabo si he podido”. Esta situación es un ejemplo, pero pueden ser muchas las variantes y muchos los entornos diferentes en los que expresamos algo sin tener en cuenta que puede llegar de otra forma. Y en otros casos, por miedo a malos entendidos o a no ser comprendidos, nos volvemos excesivamente reservados y eso también pasa factura. Ninguno de ambos extremos es bueno. 

Evitemos ser mal entendidos Como vemos, para expresar los sentimientos tenemos que tener en cuenta el estado del otro y el lugar oportuno, aunque sea a modo de desahogo momentáneo, incluso aunque se trate de la expresión de emociones positivas y de alegría. En un ejemplo simple, no se nos ocurriría decir lo felices que somos con nuestra relación de 20 años a esa persona que viene a llorar la ruptura con su enésima pareja. Lo más difícil es cuando se quiere expresar un sentimiento negativo que implique a otro, sea pareja, familia, amigo o persona ajena, porque se teme su reacción. Con el tiempo, acabamos estallando o bien la situación se enquista y cuesta más solucionarla. Hay personas que por diferentes limitaciones, desde timidez a desórdenes psíquicos, tienen problemas añadidos para expresar emociones. Hay muchas técnicas para superar esta dificultad, pero una muy buena, por lúdica a la vez que efectiva, es el teatro terapéutico. 

Expresar bien los sentimientos negativos Veamos: si nos molesta que por sistema vengan de visita sin avisar previamente, porque trabajamos de cara al público y nuestra casa es nuestro refugio, donde leemos, pintamos, etc. y conectamos con nosotros mismos o nuestra familia, el hecho de que venga alguien cuando no nos apetece es todo un inconveniente, sobre todo si es una costumbre habitual. Si esperamos a estar hartos para expresar lo que sentimos, ya sabemos lo que pasará. O si optamos por no hacerlo para evitar malos entendidos, situaciones incómodas, etc. viviremos una vida llena de momentos frustrantes. Lo mejor es expresar las cosas con tranquilidad en un momento de receptividad del otro, cuando la situación negativa empiece a repetirse antes que se vicie y sea más difícil rectificar o que nos sintamos demasiado enfadados como para hablar las cosas con suficiente calma. Comentar sin dar demasiadas explicaciones (no justificar), como en el caso anteriormente expuesto, en el que podemos decir, por ejemplo: “Me siento invadido cuando actúas de esa manera”. 

Autoafirmarse sin acusar Si nos fijamos, se trata de emplear el término "esta situación", o "lo que haces" y expresar el sentimiento que nos genera. Es más adecuado y efectivo que el acusador “tú me irritas”, “tú me agobias”, etc. Por lo general, no son las personas en sí las que nos producen esos sentimientos negativos, sino determinadas situaciones o cosas que hacen. Y al usar las palabras de esta forma facilitaremos que nuestro interlocutor no se sienta atacado. Esto da ocasión a la persona de rectificar y, a su vez, de que nosotros tengamos en cuenta su perspectiva. Eso nos permite darnos cuenta de que, en ocasiones, quizás nosotros colaboramos en que se den alguna de estas situaciones que nos molestan, lo que nos brinda una oportunidad para crecer. Por Juan José Sánchez Ortiz