Miriam del Campo Yecora
Psicóloga Bilbao, España

Podemos considerar la seducción como un conjunto de expresiones y manifestaciones, aspectos psicofísicos y comportamentales, que emanan de la forma de ser de la personas (nadie da lo que no tiene), con el fin de conseguir una interacción con los otros. Todas las personas pueden ser seductoras, deseamos gustar a los demás, ser queridas y reconocidas, ser valoradas, como padre o madre, como profesional, como amiga o amigo.
Para seducir empleamos el arte de sugerir, mostrar o insinuar, para ello utilizamos miradas, palabras que acarician, silencios persuasivos, gestos y contactos oculares, etc.
Como vemos la seducción tiene un carácter universal, seducir está inscrito en la naturaleza humana y sus señales son instintivas, además de poder moldearlas y modelarlas a través del aprendizaje. El proceso de la seducción es una forma de llamar la atención, una disposición que activa la conducta y promueve actitudes para conectarse con el otro desde uno mismo a través de la comunicación verbal y no verbal.


Seducción y autoestima
La autoestima está en directa relación con el proceso de la seducción y los aspectos implicados en el mismo. Si tenemos una buena autoestima nos consideraremos capaces de actuar ante cualquier situación, ya que la confianza en nosotros mismos nos permitirá ser resistentes a las críticas, al rechazo o al fracaso.


Por ello, en el proceso de la seducción, el miedo a lo que piensen o a como reaccionen los otros ante nuestro comportamiento seductor, pierde cierta importancia.

La persona con alta autoestima atribuye los fracasos o los rechazos en la seducción a varias causas externas y los logros a causas más internas, obedeciendo a la sólida confianza en uno mismo.

Una percepción positiva de uno mismo permitirá valorar nuestras cualidades, así como conocer y aceptar nuestros límites, conociendo hasta dónde podemos llegar y cómo actuar en la seducción. Todo ello nos movilizará, en la confianza y la seguridad, hacia el camino de la seducción, buscando la compenetración, la reciprocidad de perspectivas respecto al otro, la comprensión entre el yo y el tú.

Algunas personas se sienten confusas en su vida, en sus deseos, en su identidad, están excesivamente preocupadas por gustar y agradar a los demás, por cumplir sus expectativas, y pierden el contacto con ellas mismas, con su yo. Estas personas pueden ejercer la seducción para encubrir necesidades afectivas. La necesidad de ser amadas o aceptadas les llevará a seducir esperando el reconocimiento del otro, no necesariamente seducirán mostrando su realidad de necesidad afectiva, de reconocimiento y aceptación, sino que probablemente se presentarán como autosuficientes. En estos casos podríamos decir que la persona tendrá una débil autoestima, ya que necesita la aceptación, el reconocimiento y la afectividad del otro para valorarse y desarrollar un buen concepto de sí misma, que generalmente se resquebraja a lo largo del proceso vital


La intencionalidad de la seducción
La seducción supone la intencionalidad de generar interés por lo implícito, una forma de comportarse para conseguir una respuesta de los otros, de recoger en lo imaginario lo que deseo en la realidad influenciando con habilidad en otra persona con algún propósito.


El proceso de la seducción implica una serie de comportamientos que configuran una estrategia de intencionalidad, un conjunto de interacciones interpersonales con una intencionalidad implícita. Se ofrecen procedimientos sutiles para manifestar disponibilidad en el ámbito de la vida en que se de la seducción.

Por ello intentamos distinguir diferentes componentes de la seducción:

- Dirección: la seducción se dirige hacia una meta, conforma un objetivo hacia el que dirigimos nuestro comportamiento y nuestra conducta.
- Sentido: se dan ciertos comportamientos implicados que nos llevan a seducir o a no seducir.
- Secuencia: se da un proceso entre lo que deseamos, nuestra intencionalidad y los comportamientos que llevamos a cabo en la seducción.
- Motivación: la necesidad o el impulso que nos lleva seducir en busca de nuestro objetivo.

En la seducción queda implícito el deseo de gustar al otro, mostrando nuestro mejor perfil, mostrando nuestro yo, lo que supone la seducción autentica y genuina, en la que nuestro comportamiento antes y tras conseguir el objetivo, tras llevar a cabo nuestra intencionalidad, será el mismo y corresponde con nuestra personalidad, nuestro carácter y nuestro ser; pero puede darse también la seducción con intencionalidad manipuladora., en la que nuestro yo imaginario es el que intenta justificarse y gustarse. Este tipo de seducción supone la expresión de perfiles diferentes de uno mismo con el objetivo de seducir, cambiando, posteriormente, las actitudes.

La persona que utiliza una seducción manipuladora no se mostrará con su propio yo, sino que simulará o utilizará registros que no pertenecen a su verdadera naturaleza. Utilizará gestos, palabras… que harán prever a la persona seducida una situación futura que, posteriormente, no se dará ya que el que utiliza la seducción manipuladora, tras conseguir lo que espera y desea cambiará su comportamiento y su actitud seductora, y todo ello supone la ruptura de las expectativas formuladas por la persona seducida. Deberíamos destacar que se trata de un tipo de seducción basada en el engaño y en la búsqueda de satisfacción de las necesidades e intereses del propio yo.


Fenómenos cognitivos implicados en la seducción
En el proceso de la seducción están implicados diferentes fenómenos cognitivos como son nuestros valores, percepciones, atribuciones y expectativas.


Con ello nuestra interpretación juega un papel muy importante, ya que a través de la misma, la seducción será entendida y codificada de diferente forma, lo que puede desencadenar en percepciones o atribuciones erróneas. La interpretación es llevada a cabo tanto por la persona que seduce, en tanto en cuanto antes de iniciar la fase de seducción, la persona comienza a descifrar y procesar la información que percibe de la persona a la que quiere seducir, y según el análisis hecho comenzará o no el proceso de seducción; y por la persona seducida, ya que ésta también interpretará la realidad, la comunicación verbal y no verbal, implicada en la seducción. Así, la interpretación distorsionada del proceso conllevará un comportamiento de acuerdo a la percepción de la misma.

Los usos y significados que cada persona da a la seducción son bien distintos, siendo de gran importancia o influencia los aspectos biográficos de la misma. Actúa nuestra experiencia pasada, las vivencias anteriores son clasificadas y acumuladas en nuestra memoria, es decir, alegrías, logros, fracasos, etc., resultado de procesos de seducción pasados, lo que condicionará nuestras expectativas futuras. Esto es, se ven implicados los tres haces de temporalidad (pasado, presente y futuro) en la medida en que el pasado marca nuestra interpretación y nuestra forma de seducir en el presente y nuestras expectativas respecto a la misma en el futuro.

La ejecución voluntaria y planificada de la seducción requiere de percepción, recepción e interpretación de la información que tenemos del otro, respecto a su personalidad, sus valores, para posteriormente iniciar el contacto o el acto de comunicación que implica el proceso de seducción. Este proceso se pone en marcha para producir un cambio afectivo en el otro, en el que están implícitos todos los recursos físicos, psíquicos y emocionales de la persona, y a través de los cuales se movilizan sentimientos, pensamientos, emociones, motivaciones y deseos.

La comunicación no verbal en la seducción
La mayoría de las veces el comportamiento seductor pasa desapercibido por la persona que lo realiza. En gran medida se emplea el comportamiento no verbal, siendo éste una conducta a la que no prestamos demasiada atención al llevarla a cabo o al percibirla del otro, y siendo a la vez la comunicación de mayor importancia. En torno a la comunicación no verbal podemos señalar diferentes respuestas producidas en el cuerpo en el proceso de la seducción como el brillo en la mirada, la dilatación de la pupila, la piel coloreada, el enderezamiento del cuerpo, incluso puede cambiar el olor corporal y la textura del pelo. Todos estos gestos y signos suelen producirse inconscientemente.

Es preciso señalar que existen diferencias según el genero, es decir, una mujer probablemente se atusará el cabello, cruzará las piernas, enseñará las palmas de las manos o ladeará la cabeza al intentar seducir, mientras que el hombre mostrará su masculinidad poniéndose erguido, con agresividad en sus gestos y dureza en sus ademanes.

La comunicación ocular es uno de los principales signos en la seducción. Al igual que existen diferentes formas de seducir, también se pueden utilizar distintos contactos oculares. Así existen personas que adoptarán una mirada fija y sostenida para seducir a otra persona, o por el contrario una mirada baja y con actitud tímida. También la dirección de la mirada es signo de seducción, pudiéndose dirigir a los ojos, de arriba abajo del cuerpo, a una parte en concreto del cuerpo…

El tacto, el gusto y el olfato también están implícitos en la seducción, así como los movimientos corporales, por ello es importante aprender a interpretar la comunicación implicada en el proceso de seducción, en donde el aprendizaje de la comunicación no verbal tal vez sea el más importante.

En la medida en que vayamos logrando descifrar nuestro propio comportamiento, iremos conociendo intenciones, motivos y deseos.

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